En Queridísimo Truman, la sensibilidad, el humor y la verdad se entrelazan en una historia que ilumina la figura de Truman Capote a través de una interpretación profundamente humana de Gabriel Oliveri. Dirigida por Florencia Bendersky, la obra invita a reflexionar sobre la identidad, la memoria y el valor de ser uno mismo, incluso cuando el mundo dicta lo contrario.
Con funciones agotadas en la sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín, esta “biografía musicalizada” combina música, teatro y emoción en partes iguales, logrando conmover tanto a quienes conocen la vida de Capote como a quienes se encuentran por primera vez con su universo.
Desde El Walkman conversamos en exclusiva con Florencia Bendersky, directora y dramaturga del espectáculo, para conocer el origen del proyecto, el proceso de creación y la magia de ver cómo una historia tan personal se transforma en una experiencia colectiva.
-¿Cómo fue el estreno y la recepción de la obra?
La estrenamos con localidades agotadas. Se pusieron a la venta cinco funciones más y, a los dos días, se volvieron a agotar nuevamente. En total, esta primera temporada cuenta con quince funciones. Es un éxito. Uno está más acostumbrado a los fracasos que a los éxitos en la vida, así que hay que aprender a disfrutarlo también.
– Más allá de la obra, ¿podés contar cómo se inició este proyecto?
Siempre me gustó la figura de Truman Capote. Y me pasaba con Gabriel (Oliveri) que no lo conocía personalmente, sabía quién era, pero hace como unos tres años -o un poco más quizás- el estaba lanzando su libro en el cual hace un poco la historia de su vida y como llegó a donde se encuentra hoy en día ya que conoce a celebridades de todo el mundo, porque él es el gerente de markenting del Four Seasons de Buenos Aires, y lo escuché en una entrevista sin saber quién era y me atrapó. Hace un año y medio, Lili Popovich, que es coach y entrenadora de teatro de Gabriel Oliveri y que es amiga mía por haber trabajado anteriormente con ella durante muchos años, me contó que iba a hacer una obra con él en Microteatro y la verdad que me intrigó un montón. Poco días antes de ver la obra, había visto Capote and the Swan -que es la segunda temporada de Feud– la serie que habla sobre los personajes más icónicos de la literatura y el cine, y me encantó. Cuando lo vi a Gabriel interpretar a Hemingway en la obra, le propuse hacer la trama de Capote y él me dijo: “Yo amo a Truman Capote, es mi sueño ser Capote”. A partir de ahí empezamos a charlar y a planear el proyecto; porque también para mí era una incertidumbre porque lo había conocido en la obra y no lo conocía más allá de la entrevista entre otras cosas más. Pero fue un poco de amor a primera vista, que es algo que le pasa a la gente en general con Gabi (Oliveri), porque él es muy magnético, muy entrañable.

– ¿Cómo armaste el equipo creativo?
Para mí era importante que hubiera algo musical. Trabajo hace años con Sergio Grimblat, gran actor y cantante. Entonces me parecía que agregar a Sergio al equipo le daba una idea al musical, que yo venía trabajando porqué en general mis espectáculos siempre tienen algo musical aunque sea simplemente el soporte sonoro, en general no puedo escindir a la música de mí puesta ya que es algo que me constituye como directora hace tiempo y entiendo que es un lenguaje que acompaña que me gusta y que me interesa hacer.
También sumé a Cristóbal Barcesat, con quien ya había trabajado antes. Con él trabaje hace catorce años, en 2011, que hicimos junto con Sergio (Grimblat) «Eli & Max. Norge, Liebe, Tango». Y también lo invité a sumarse. Formamos un “trío mágico” y comenzamos a trabajar con Gabriel en el texto. Él trajo toda la información sobre Capote, y descubrí que era una persona tan interesante como el propio Capote.
Entonces, ahí, Gabi ya tenía en mente hacer una obra un poco más personal, con lo cuál lo que hicimos fue mezclar. Fue hacer un biodrama, como algo más biográfico de una tercera persona y musicalizada. Yo lo definiría como «una biografía musicalizada» y no como una obra musicalizada, porque las canciones hacen a modo de «puente» entre las escenas -y en algunos casos son parte- pero no es un musical. Y a partir de eso nos entrabamos con Gabi una o dos veces por semana, durante varios meses, a escribir el texto, Gabi me hacía una bajada en la dramaturgia y así fuimos trabajando durante mucho tiempo.

—¿Cómo fue el trabajo en la sala del Teatro San Martín?
Armamos el proyecto y lo presentamos primero en otra sala, pero después de varias idas y vueltas no se pudo concretar. Finalmente apareció el Teatro San Martín. Hacía tiempo que teníamos ganas de hacer algo con parte de la gestión del teatro, de pensar algo en conjunto, y cuando les presentamos esta propuesta les encantó.
La sala Cunill nos pareció ideal para hacerlo. Es pequeña, muy próxima al espectador, y eso permite una experiencia íntima, casi televisiva. Ensayamos durante tres meses para poder estrenar, y fue mi primer trabajo como directora y dramaturga en ese espacio.
Todo el mundo fue muy profesional y amoroso: técnicos, actores, coordinadores… Todos imprescindibles. Hay un amor real por los oficios. Martín y Alejandro, por ejemplo, coordinaron luces y efectos con una precisión increíble; hicieron posible que todo funcionara perfecto, y hasta algunos efectos que se dan durante la obra fueron inventos suyos. El trabajo de cada uno fue supremo, y eso se nota en la obra y el público lo percibe. La verdad, fue una experiencia maravillosa.
-¿Cómo fue el proceso de escritura y adaptación del guión?
Lo bueno de este tipo de trabajo que hicimos con Gabriel -como también se dio con el resto de los artistas- como también es el caso de Cristóbal, que es músico y no es actor, sin embargo actuó y tocó acordeón en escena. Yo trabajo como si fuera una sastre, una costurera, diseño la obra en función de los cuerpos actuantes, entonces son «trajes a medida» los que podemos hacer cuando tenemos esta posibilidad de gestar un texto dramatico desde el inicio. Y como también es la historia de Gabi, eso ya estaba puesto sobre su cuerpo, esos textos son propios sobre su vida, y mi trabajo como directora y dramaturga fue acompañar y estructurar la dramaturgia, pero la verdad es que el soporte de esos texto es lo que él le dió a la obra. Entonces, para mi es muy fácil escribir desde ese lugar y acompañar desde la dirección, más allá de que es un actor ductil y que cuando pasa a ser Capote es muy grande, y a él le queda comódo el personaje y lo entrenó un montón, pasó por un coach vocal y tomó clases de danza con Vivian Luz. Se preparó un montón para hacerlo, esta dentro de su registro. Entonces es un proceso en el cual el llega bien, llega cómodo y para eso es algo importante porque para mí Gabriel es un actor al que le faltaba oficio en este espacio, entonces, es fantastico lo que logra y el oficio claro con cada función en donde lo va ganando.
Es una sorpresa el trabajo que hace él como tabmbién la otra sorpresa que la hace Cristóbal, y no hablo de Sergio porque él ya es un actor consumado de hecho, igual es extraordinario lo que hace porque actua, canta, baila; pero el caso de Cristóbal si sorprende en lo actoral y es exquisito también. Entonces ahí fue algo muy organico el conducir a Cristóbal dentro de la historia y queda algo muy fresco, entonces, el espectador agradece ver ese registro.
-¿Cómo reaccionó el público?
La respuesta fue increíble. Hay un público fiel de Gabriel, que él mismo llama «sus señoras» que agotó las primeras diez funciones previo al estreno de la obra, y después del estreno ya se ve un público -que también es seguidor de Gabriel– pero también empieza a estar con el modo de la obra y de lo que se viene comentando. Y lo que a mí me sorprendió un montón y que me parecía muy importante en el contexto que estamos viviendo, es poder hacer una obra «queer» en el espacio del San Martín y hablandole a un público que quiza no esta acostumbrado a ver obras queer. Entonces me pareció que era importante que este material llegase de esta forma.
Dentro de algunas funciones, hubo una agencia de viajes estudiantiles que había sacando una cantidad de cuarenta entradas por función y aparecieron adolescentes, que entraron en manada a ver la obra. Entonces, había casi sesenta chicos en la sala, siendo que por un momento entré en pánico porque no eran los espectadores que esperaba que asistieran a la obra, y al final fue fantástico. Se comportaron maravillosamente. Se fueron fascinados porque hay algo de la obra que les habla a ellos.
La obra tiene un ritmo muy dinámico, casi como un videoclip, y eso atrapa tanto a jóvenes como adultos. Los temas que aborda —homosexualidad, drogas, suicidio, la importancia de ser uno mismo— llegan a todos, y el mensaje de perseverancia y realización personal es algo que el público agradece. La obra deja al espectador conmovido y contento, y eso es lo más valioso.
-¿Qué significa para vos Queridísimo Truman?
Significa poder hablar de lo que quiero en este momento de mi vida, ser reconocida como directora y dramaturga, y trabajar con gente que quiero: viejos amigos como Sergio y Cristóbal o como Julio López que hace diseño lumínico de mis espectáculos de toda la vida, con Gustavo Acevedo que fue quién hizo que vuelva a trabajar conmigo después de haber hecho otras producciones juntos hacer la escenografía y el diseño de vestuario. Y sumo un nuevo amigo en mi club que es Julio Suárez, que es el diseñador de vestuario y que Gabriel sumó al equipo, y Analía, también, que es su co-equiper que también es todo lo que esta bien y es un placer trabajar con ella; es un placer trabajar con ellos dos que son los nuevos del grupo.
Y bueno, cuando brindo, brindo por eso. El poder trabajar con el equipo de toda la vida; que estamos todos vivos. En estos momentos poder trabajar de lo que uno quiere y le gusta, poder crear en condiciones amorosas y junto a amigos es impagable a los 53 años, y eso es lo que más valoro de esta experiencia.
🎭 “Queridísimo Truman” agotó todas sus funciones y sigue desafiando los límites del tiempo y los prejuicios. Es una obra que sacude, emociona y deja huella: un recordatorio de que ser uno mismo —en cualquier época— también es un acto de valentía.
Entre luces, silencios y verdades, la historia se abre paso para invitarnos a vivir sin máscaras y dejar un legado que resuene por siempre.
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