Una mujer se pierde en una reserva natural. Un hombre cuida un árbol. No hay caminos marcados. Solo la urgencia de quedarse o escapar.
El árbol más hermoso del mundo es la nueva obra escrita y dirigida por Francisco Lumerman. Ana María Orozco y Salvador del Solar llevan adelante una historia mínima, intensa, donde dos desconocidos encuentran, casi sin quererlo, un refugio inesperado.
Tras funciones agotadas en Buenos Aires y una gira por Perú, la obra llega al Teatro Astros por únicas dos funciones: lunes 5 y 19 de mayo.
Desde El Walkman charlamos con Francisco Lumerman y nos contó, sin vueltas, cómo nació esta historia de dos desconocidos que, casi sin quererlo, se transforman el uno al otro.
Francisco Lumerman habla de El árbol como quien recuerda un encuentro querido. La obra —nacida del trabajo conjunto con Ana y Salvador— surgió entre charlas, improvisaciones y reescrituras. «Lo primero que tuve fue el encuentro con ellos dos. La historia se fue armando a partir de ahí», cuenta. Y aunque no podría decir con exactitud cuándo empezó todo, sí tiene claro el impulso: quería crear en escena un espacio abierto, difícil de representar, como un parque nacional. Quería también explorar otro tipo de vínculos, menos cargados de historia: el cruce entre dos desconocidos que, aún sin pasado compartido, pueden transformar el rumbo de sus vidas.
En El árbol, cada personaje arrastra su propio encierro. Y es en la fricción entre esos dos mundos donde la obra encuentra su núcleo. «Funcionan como opuestos complementarios. Por momentos se atraen, por momentos se repelen. Me interesaba trabajar esa tensión: la posibilidad de encontrar en otro un refugio, y no un enemigo.»

–¿Cómo viviste la primera temporada, que fue en Moscú, en tu casa, jugando de local, y ¿cómo fue la experiencia de la gira?.
-En Moscú lindo, el proceso fue muy amoroso. Llegamos con tranquilidad, y el público nos recibió con mucho cariño. Ana es una persona que tiene mucha gente que la sigue y estaban muy contentos con poder verla haciendo teatro independiente. Pienso que el público que vino a ver la obra porque ella estaba ahí terminó siendo atravesada por una historia y un universo. Salían de la sala conmovidos, se divertían. me gustó mucho que esto pase. En Lima y Arequipa pasó algo similar: Salvador del Solar convocó gente, pero lo que se impuso fue la obra.

–¿Cómo te preparás para el paso de Moscú al Teatro Astros? ¿Cómo se traslada ese mundo y esa historia a una nueva casa?
Yo creo que lo más importante es mantener lo esencial del material.
En El árbol, el espectador va descubriendo a los personajes de a poco, va entrando en su complejidad. Empiezan aparentando ser algo, y a medida que avanza la obra, aparecen nuevos pliegues, nuevas vueltas. Ese descubrimiento es algo que no quiero perder. El trabajo actoral es central. Claro que el espacio, la luz y el sonido son importantes, pero sobre todo hay que generar las condiciones para que los actores estén cómodos, para que disfruten el nuevo escenario y puedan entrar en otras dimensiones.
El Astros es un espacio amplio, y eso le trae algo nuevo a la obra. El parque nacional que los personajes recorren es un espacio abierto, y en un escenario grande esa sensación crece.
Lo que empieza a pasar enseguida es que cobra otra relevancia aquello de lo que se habla.
El desafío es no perder la intimidad que teníamos en Moscú, donde muchos espectadores nos decían que era como quedar eclipsados, metidos en la historia casi sin darse cuenta.
Para mí eso tiene que ver con el trabajo íntimo entre los actores, y también con la manera en que cada uno habita a su personaje.
Ensayar, jugar, respetar
Durante el proceso de creación, Lumerman dio espacio a la búsqueda: los ensayos fueron terreno fértil para probar, cambiar palabras, encontrar tonos. Pero una vez consolidada la partitura textual, el respeto por el texto fue absoluto. La novedad en cada función, explica, no viene de alterar las palabras, sino de habitar emocionalmente cada momento.
-¿Qué es lo que más disfrutás de la obra si te colocas como espectador?
La posibilidad de construir un mundo entero desde algo mínimo. Lo que parece pequeño, crece. La obra apuesta a la imaginación del espectador, a meterse en los pliegues de dos vidas rotas que intentan reconstruirse.
¿Cómo estás viviendo la respuesta del público en todo este camino andado?
-La verdad es que estoy muy contento. Soy agradecido a que la gente se acerque a las propuestas que tengo en cartel.
Si te gustó la nota dejános tu mail y suscribíte para no perderte ninguna de nuestras notas





Deja un comentario