Hay obras que no reinventan nada pero te hacen sentir todo distinto. «Coraza. Cáscara. Casa» es una de esas. Un ritual urgente donde Vane Butera se quita las armaduras, se expone y te interpela a mirar qué parte tuya también se esconde.No es un recital ni un monólogo: es un viaje que mezcla música, palabra y silencio para contar lo que casi nunca decimos, esas fragilidades que nos cubren como corazas invisibles.
Desde su estreno -el 5 de abril – cada sábado a las 20:30 hs en el El Método Kairós, se nota que no es un proyecto aislado, sino el resultado de años de amistad y de un equipo que entiende el teatro como un espacio de verdad en cada gesto y pausa. Con canciones precisas y momentos que cortan el ritmo, Coraza. Cáscara. Casa sigue acumulando funciones agotadas.
Entrando a las últimas semanas en cartel y para poder conocer más acerca de este universo, desde El Walkman, charlamos con Vane Butera, la voz y el corazón detrás de la obra.
—Bueno, lo primero que te quiero preguntar es, ¿Cómo surgió la idea de la obra? ¿Cómo fue que dijiste, “ok, hagamos esto”?
—La idea viene de hace tiempo, porque ya tenía escritos varios textos que iban armando un todo, pero no terminaban de ser una obra completa, ¿viste? Era algo que venía amasando, masticando la idea, pero sin el golpe de horno necesario. El año pasado, Vale Ambrosio me dio ese empujón final, que me hizo entender que esto que estaba pensando no era solo un concierto performático ni un recital con pequeños guiños, sino una obra. Un experimento, sí, pero con formato de obra.
Fue así, un proceso que se fue armando con paciencia, y ese empujón de Vale, que es amiga pero también alguien que tiene ese don de tirarte a la pileta, fue clave para decir “bueno, esto es una obra”. Las primeras funciones fueron unos preestrenos, tres funciones en el CCK el año pasado.
—Además de las funciones en el CCK hiciste presentaciones en afuera del país antes de llegar al Kairós, ¿no?
—Sí, hice tres funciones en Madrid y dos en Barcelona. Fue buenísimo tener esa experiencia de hacerla afuera antes de presentarla acá. Creo que eso ayudó a que el estreno en el Kairós fuera más maduro, con más pisada, y con un material que finalmente encontró su lugar.

—¿Cómo surgió la idea de la escenografía? Porque todo tiene su espacio, y en el momento de escribirla, ¿la imaginaste así o fue decantando?
—La única idea clara que tenía era que las cajas eran importantes en el espacio. Después, el que le dio la forma definitiva fue Gonzalo Córdoba Estevez, el escenógrafo. Uno piensa que tiene una idea general basada en lo que escribió, pero después viene el escenógrafo y te da una visión superadora que no habías visto. Lo mismo pasó con la dirección de Seba Suñé. Capaz que cuando escribí ciertas cosas me las imaginé de determinada manera, pero la mirada del otro siempre enriquece, y el equipo que tengo es fantástico. Gonzalo tiene un mundo enorme de recursos, y junto con Samir, que hizo el diseño de luces, y Sebas, el director, encontraron el universo de la obra. Creo que sola me hubiera sido imposible. Ellos supieron leer lo que yo quería, incluso sin que lo explique.
—¿Y la selección de canciones? ¿Hubo alguna canción que dijiste “esto tiene que estar sí o sí”? ¿O alguna que quedó afuera?
—Algunas canciones llegaron naturalmente. Empezaba a escribir un texto que terminaba desembocando en cierta canción, sin lugar a dudas. Hubo una que estuvo en principio, “Baldosas flojas”, que al final se cayó. Fue bueno escuchar ese material para ver qué dialogaba con lo que quería contar y qué no. En el momento en que te pones a disposición del material, no solo pensando en cantar las canciones que querés cantar, sino en contar algo, la elección se vuelve más sencilla. Ahí no hubo mucha pelea conmigo misma: las canciones que cuentan, quedan; las que no, se van.
—El recurso del acompañamiento en off, esos momentos en que la protagonista rompe o corta, haciendo acotaciones entre tema y tema, ¿cómo lo pensaste?
—Eso nació un poco desde el juego, no desde un lugar consciente. No me dije “quiero hacer una obra con la protagonista que acote lo que está haciendo y se corrija a sí misma con un grabador en el cuello”. Fue más una intuición que se fue armando mientras escribía.
Me di cuenta que me modificaba a mí misma durante el proceso y empecé a pensar qué pasaba si lo que ponía como didascalia era parte del texto y que el público también podía leerlo. Después pensé qué pasaba si en vez de ser didascalia era una acotación, que la protagonista está ensayando la obra y la gente ve lo que piensa mientras la arma. Entonces, ese motivo de tomar decisiones está en la obra y en la vida. La obra misma es un ejemplo de eso, porque las decisiones están siendo tomadas todo el tiempo, tanto en la historia como en el hecho teatral.
—Contáme, ¿cómo estás viviendo el hecho de tener funciones agotadas en el Kairós?
—Estoy muy contenta. Es un momento difícil para el teatro y festejamos mucho tener la sala llena. La remamos bastante para que así sea y la verdad es hermoso. Hace mucho que no me pasaba algo así. La gente no solo recomienda la obra con mucho amor, sino que vuelve a verla más de una vez y trae a más gente. Es increíble cuando sucede eso, y lo estamos disfrutando mucho.
El grupo que está en escena conmigo son músicos con los que vengo tocando hace años. Ya grabé dos discos con esta banda. Ver que la gente tiene ganas de ver esto, después de tanto trabajo, es triple motivación y felicidad.
—Algo que también pasa siempre es que al terminar la función, la gente se queda esperando para saludarte. Eso lo he visto. ¿Cómo vivís ese momento de contacto directo con el público?
—Me parece un flash, lo disfruto muchísimo. Esta semana vino una chica de Misiones que se regaló venir a verla por su cumpleaños, con su sobrina y su hijo. Es un momento muy especial para mí, porque siento que la obra no termina hasta que saludo a la última persona. Es parte de la mística del teatro, del círculo completo: desde que uno escribe y lleva la obra a cabo hasta que llega al otro y se conecta con su experiencia. Me cuentan qué les pasó con lo que hice y eso me llena.

—¿Hay algo de la obra que sientas que se va a quedar siempre con vos?
—Muchas cosas. Pero si tengo que elegir una que me quede para siempre y que voy a contar como anécdota, es esta: una vez escribí una obra y armé un equipo con todos mis amigos de años. Eso es lo más increíble. Hacerla me fascina. Lo que quedó, lo que pasa con la gente que la va a ver… todo me fascina. Pero lo que más me conmueve es que cada persona del equipo es alguien que quiero. Los músicos que están conmigo en escena, Javi que hizo la dirección musical, Sebas Suñé que la dirigió, Juan Yacar que es asistente de dirección y productor, Kari que hizo la gráfica, Facu que sacó las fotos, Gon que hizo la escenografía, Samir… todos son amigos. Algunos desde hace 20 años. Elegí a los mejores en lo suyo, pero también a los que me conocen de verdad. No hay nadie en el equipo que no sea parte de mi vida desde hace mucho. Eso es muy especial. Me parece algo único. Mechi, por ejemplo, que hace la prensa, es mi amiga de hace 15 años.
Y hubo algo de ese gesto épico que tiene el autogestor, de decir: “ok, voy a llamar a la gente que más quiero, pero no sé si van a poder”. Y que todos hayan podido, que todos hayan dicho que sí, que se hayan comprometido con una obra en cooperativa, con funciones todos los sábados… eso me vuela la cabeza. De todo lo hermoso que tiene este proyecto, eso es lo más hermoso de todo. Sin duda.
—Para terminar, ¿querés dejar alguna invitación para quienes no la vieron o quieran volver a verla?
—Los invito a ver «Coraza Cáscara Casa» los sábados a las 20:30 hs en el Método Kairós Teatro. Quedan muy pocas funciones, estamos haciendo un espectáculo que nos vuelve locos, que nos enamora muchísimo y la gente está disfrutando un montón. Se van a reír un montón, quizás lloran un poquito. O quizás lloran un montón y se ríen un poquito pero probablemente les pasen cosas. Que es el deseo que tuvimos cuando armamos este espectáculo y que es lo que está pasando. Así que estamos muy contentos. Vengan, quedan muy pocas funciones y las entradas están agotando por suerte así que saquen con tiempo.
Si esta nota te tocó una fibra, si Coraza. Cáscara. Casa te hizo pensar en tus propias cajas, tus propias capas, tus propias decisiones… suscribite a El Walkman. Dejanos tu mail para recibir textos como este: entrevistas íntimas, reseñas que no te venden humo y palabras que no le tienen miedo a la emoción. Todo directo a tu bandeja, sin algoritmo de por medio.


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