Star Wars: cuando George Lucas soñó una galaxia y el mundo no pudo despertarse

En 2025 es imposible imaginar un mundo sin Star Wars. La saga creada por George Lucas en los años ‘70 no sólo cambió el cine: entró en la memoria colectiva como un idioma nuevo, una religión secreta, un ritual que pasa de padres a hijos cada vez que alguien dice: “Que la fuerza te acompañe”.

Hoy todos sabemos quién es Luke Skywalker, Leia Organa o Han Solo. Basta oír los primeros acordes de la Marcha Imperial para saber que Darth Vader se acerca. Pero hubo un tiempo —hace mucho tiempo en un cine muy lejano— en que Star Wars era apenas una locura escrita en hojas sueltas, un delirio de ciencia ficción en el que nadie confiaba, excepto George Lucas.

Hoy, 4 de mayo, día de Star Wars (“May the 4th be with you”), recordamos cómo nació esa película imposible que nos hizo soñar con naves espaciales, disparos de láser, rebeldes desesperados y estrellas que explotaban bajo el susurro de una fuerza invisible.


El guión: escribir contra la lógica

George Lucas parió el primer guión de Star Wars en 1973, cuando su nombre recién empezaba a sonar gracias a American Graffiti. Los estudios grandes —United Artists, Universal— lo rechazaron sin mirarlo dos veces. Para ellos, esa historia de caballeros espaciales, princesas rebeldes y droides parlantes era ridícula.

Pero Alan Ladd Jr., ejecutivo de 20th Century Fox, vio algo que los demás no. “No entendía la tecnología, pero creí en él”, contó años más tarde.
Y esa fue la jugada clave: invertir en Lucas, no en la película.

El resto es historia: o una nueva mitología.


Los efectos: inventar la magia

En mi casa, Star Wars era religión. Mi viejo, que había visto La guerra de las galaxias en un cine de Necochea cuando tenía 17 años, me contaba siempre la misma historia:
“Nadie había hecho esos efectos. George Lucas los inventó”.

No era mito familiar: era verdad.
Lucas, incapaz de encontrar una empresa que pudiera crear los efectos que soñaba, fundó la suya propia: Industrial Light & Magic (ILM).
Y así armó un equipo de freaks, diseñadores y soñadores como John Dykstra, que venían de trabajar en comerciales o aprender de genios como Douglas Trumbull (2001: Odisea del espacio).

Lo que nadie podía fabricar, lo inventaron. Lo que no existía, lo dibujaron.

Así, en galpones llenos de polvo y piezas de computadoras recicladas, nació la estética visual que todavía define el cine de ciencia ficción.


El casting: los desconocidos que se volvieron inmortales

Lucas eligió a su trío de protagonistas casi como quien lanza dados:
Mark Hamill, Carrie Fisher y Harrison Ford no eran estrellas. Apenas caras nuevas.
Pero eso era parte del plan: quería que el público creyera en esos héroes como si fueran reales, no actores famosos.

Eso sí: para dar peso dramático, necesitaba nombres grandes. Alec Guinness (Obi-Wan Kenobi) y Peter Cushing (Grand Moff Tarkin) llevaron ese toque de solemnidad británica que terminó de redondear el universo.

Darth Vader, en cambio, fue un caso especial: un cuerpo (David Prowse) y una voz (James Earl Jones) combinados en uno de los villanos más icónicos de todos los tiempos.


El rodaje: un infierno en el desierto

Túnez, 1976.
Calor abrasador, tormentas de arena, sets que se caían a pedazos.
Star Wars se filmó contra todos los pronósticos, con un Lucas al borde del colapso nervioso y actores que no entendían de qué demonios iba la historia.
Carrie Fisher solía bromear: “Era como actuar dentro de una licuadora”.

Lucas repetía la única instrucción que podía dar:
“¡Más rápido y más intenso!”
El resto era fe ciega en un sueño que todavía no estaba terminado.

La verdadera heroína del proceso fue Marcia Lucas, montajista y esposa de George.
Fue ella quien le dio a la película su ritmo, sus sorpresas, sus latidos emocionales.
Fue ella quien propuso cómo debía morir Obi-Wan, cómo debía llegar Han Solo a último minuto para salvar a Luke.

Sin su mano invisible, Star Wars no habría tenido la magia que tuvo.
Y quizás nunca hubiera pasado de ser “otra película rara de ciencia ficción”.


El estreno: el primer día del resto de la historia

Star Wars se estrenó el 25 de mayo de 1977.
Pocos cines querían proyectarla. La veían como un capricho infantil, una rareza condenada al olvido.

Pero en cuestión de días, las filas en los cines se volvieron kilométricas.
La película creció como un incendio en el viento.
Nadie —ni siquiera Lucas, que se había fugado a Hawaii con Spielberg para escapar del posible fracaso— imaginaba lo que estaba por venir.

Cuando volvió a Los Ángeles, George Lucas vio una multitud acampando en la vereda del Teatro Chino de Hollywood.
La galaxia que había soñado ya no era suya: era del mundo.

Y nunca más nos despertamos.


Esta nota se publicó por primera vez el 4 de mayo de 2023 en Revista Minúscula. Desde El Walkman apoyamos el periodismo independiente y autogestivo y te invitamos leer la edición original de la nota haciendo click acá.


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