
La gotera de ese destartalado dispenser parecía caer en perfecta coordinación con la lluvia que golpeaba los grandes ventanales del estudio.
Sara, primero se preguntó por qué, casi como señal del mismo universo, los últimos tres viernes a la medianoche, llovía a cántaros, justo al tiempo de haber iniciado su columna. Para Mario, el jefe de Sur FM mejor aún, claro, todo aportaba al “Show” como él decía.
La joven veía fijamente el grifo del agua, sabía que esa gotera no era solo eso, se concentraba cada vez más, inhibiendo, uno a uno los sonidos molestos del exterior. La lluvia golpeando los cristales, los teléfonos en el control sonando, la tanda publicitaria en su auricular, y Ariel el conductor riéndose por el llamado anterior.
Todo desapareció de su mente, cerro sus ojos… uno, dos, tres segundos…, los abrió de golpe y sonrió, un decrépito dedo blanco movía ahora la llave del dispenser. Tenía razón. Se concentró aún más, y de aquella mano comenzó a formarse ahora un cuerpo, un hombre alto, encorvado y sin rostro.
—¿Sara? Estamos al aire ¿Estás bien?
—Si… si perdón Ariel, me fui un momento.
—Bueno gente, otro de sus transes, ya la conocen a nuestra amiga Sara, que como hace dos viernes nos acompaña una noche mas en su columna del terror—

Sara sonrió irónicamente, era increíble como Ariel aún menospreciaba su espacio y lo que hacía, pero sabía que era cuestión de tiempo para que empezara a temblar. La figura del dispenser comenzó a señalar al conductor.
—Te agradecemos mucho por haber estado una vez mas con nosotros Sara y…
Unos golpecitos del otro lado del control interrumpieron de repente.
—Me están diciendo que hay un ultimo llamado para Sara, lamentablemente nos quedamos sin tiempo pero si es para un consejo puede…
—Ariel por favor, quiero escucharlo.
Con un gesto de desaprobación, el molesto conductor hizo una seña y el audio de la llamada empezó a reproducirse con mucha interferencia. Una voz desesperada y angustiada sonó del otro lado.
—Hola… Por favor, necesito ayuda, tengo que hablar con la médium…
—Hola, ¿qué tal?, aquí estoy, decime ¿Cómo te llamas?
—Emilia me llamo, tengo 26 años, soy de zona Oeste, hace… hace unos días me estoy volviendo loca… me observan, me persiguen, incluso… me hablan…
—Emilia ¿A qué o a quienes te referís?
—No sé… —La mujer comenzó a llorar desesperada —Vos tenés que saber, yo no. Solo sé que están acá, y ahora están enojados por que estoy hablando con vos… No tienen forma, no tienen rostro pero están enojados…
—Cálmate por favor, respira y contame.
Ariel mientras tanto, sin siquiera reparar en la tensión del momento, le señalaba el reloj a Sara —Estamos cortos de tiempo tenemos tres anuncios y ya está —Le susurraba —Córtala, ya esta dale un consejito y listo dale…
—¡Ariel! ¡Silencio por favor! Continúa Emilia.
—Me tratan de loca Sara, nadie me cree, mi novio se fue, se cansó de escucharme, pero es real, lo que veo, lo que siento es real, y… necesito… ¡NO, POR FAVOR NO!
—¿Que pasa? ¡Emilia! ¿Me escuchas?
—SARA AYÚDAME SARA NO PUED… — La llamada se perdió dejando un silencio desgarrador.
—Bueno, dejamos tarea para la casa a Sara ¿No? —Soltó Ariel riendo —El próximo viernes vamos a seguir con este caso, gracias a los sponsors de hoy. Los dejamos con la tanda y ya inicia ranking lentos, ¡Gracias! —Ariel se levantó furioso.
—¡Martin! Te volviste loco ¿Qué haces? Como no te fijas a quien sacas al aire hermano, cualquier loca llama ahora y vos la sacas. ¿Qué problemita tenés?
Sara respiro hondo, se levantó tranquilamente de su silla, sin despegar la mirada de Ariel, que la miro desconcertado.
—¿A dónde vas Sara? Tenemos que grabar la promo.
—Ninguna promo de nada voy a hacer, me di cuenta que fuiste vos el que corto el llamado. Se terminó renuncio.
—Ah no lo puedo creer, ¿Así me vas a agradecer que hace tres semanas le estoy haciendo propaganda a tu farsa de mierda esta?
Sara se freno, sonrio y tomo aire antes de voltear.
—¿Te acordás Ariel que siempre te haces el angustiado por ese pobre trabajador de la radio? —El conductor palideció al instante —Ese Ariel, si, ese que murió hace dos meses viniendo a laburar.
—Perdón ¿Qué tiene que Mauro en todo esto?
—¡Mauro! Si al que le vivís dedicando momentos tristes y canciones, pero que todos los empleados dicen que aprendiste el nombre cuando murió, que ni la hora le dabas cuando te servía el café o el agua. ¿Te acordás?
—Sara discúlpame yo…
—Bueno, veo que te acordás. Deja de llorarlo e invocarlo, porque está justo detrás tuyo —Ariel se sacudió hacia atrás mirando el dispenser.
—Ahí si, justo ahí. Y ¿Sabes lo que me dijo Arielito? Que eras un sorete. No se equivocó. Me acabo de dar cuenta de eso —Le dijo mientras agarraba sus cosas y se encaminaba a la salida.
—Sara te pregunté ¿A dónde carajo te vas?
—A hacer la tarea Ariel, espérame acá y tómate un vaso de agua con Maurito, así recuperas el color. No me vas a decir que te dio miedo ¿No?
El rostro de Mauro apareció, y dibujo en él una macabra sonrisa y un gesto reverencial hacia Sara. La gotera se detuvo.

La lluvia era intensa, Sara tenía poca batería, pero había alcanzado a avisarle a Esteban, su novio, que ya estaba saliendo. Subió al auto indignada.
—Renuncie Amor… no aguante más.
—¿Fue real todo eso entonces?
—Claro que fue real ¿Qué pregunta es esa? Ahora va a tener que preocuparse por otra cosa antes que el raiting ese estupido.
—¿Y el llamado de esa mujer?
—Me pasaron el número, la intenté llamar de nuevo pero no atiende.
—Tranquila Amor vamos a casa y mañana…
—No hay mañana para esa mujer si no la ayudo ahora Esteban.
—¿Cómo?
—Lo que escuchaste. Le dejo su dirección a Martin antes de que hablara conmigo.
—Sara ¿Vos no estarás pensando en ir no? Por favor te pido que no arranques otra vez. Mañana tranquila va…
—¡MAÑANA! ¿Acaso no lo entendés Esteban? No hay un mañana para ella. Ni siquiera una hora queda para Emilia. Vamos, Vamos a zona Oeste
—Sara estas loca…
—Ya te marqué la dirección en el GPS, está a quince minutos de acá.
—Confirmo. Estás más loca que esa mina yendo ahora.
—Esteban entiendo que no sientas o veas las cosas de la manera que yo lo hago, pero no te comportes igual que el estúpido de Ariel…
Esteban miró a su novia atónito.
—No te estoy pidiendo que te quedes, solo llévame hasta allá y yo me voy a encargar, seguramente como vos dijiste es una loca y ya, pero tengo que asegurarme de que mi presentimiento está equivocado. Lo malo es que… yo nunca me equivoco. No con estas cosas.
Viajaron en un silencio reflexivo el resto del recorrido. Al llegar, la propiedad era enorme, ocupaba casi media cuadra. Era una construcción antigua, con tejados a dos aguas color ocre, de ladrillos a la vista rojo intenso. Con muchísimas ventanas cerradas por unas antiguas persianas de madera, el frente estaba completamente oculto por un gran muro que solo tenía una pequeña puerta blanca.
—Vamos —Dijo Esteban, pero Sara enseguida lo freno.
—No, hay una energía demasiado densa acá como para que vengas y te agarres cualquier cosa. Anda tranquilo a casa, seguí pintando y relaja, yo en un rato estoy allá.
Por el portero sonó una voz grave y metálica del otro lado.
—¿Quién es?
—Yo, Sara, me pidieron que venga y acá estoy.
Otra voz ahora fina y con tono altanero contesto —Adelante….
La puerta se abrió desde adentro con el sonido de una chicharra gastada, Sara al instante tambaleo, una energía maligna la envolvió, incluso hizo que retroceda. Apretó sus puños, respiro y poco a poco fue adentrándose a lo que era una sala enorme. Llena de adornos antiguos, una pared completa de platos con dibujos abstractos, cabezas de ciervo y grandes peces disecados y colgados, bajo un gran sillón rojizo y dorado, logro ver una figura en posición fetal, temblando en el piso.
—¿Emilia?
La mujer, noto a Sara, pero no despego su mirada vacía y desamparada al punto fijo a donde veía, mientras sujetaba con fuerza una biblia entre sus brazos.
—Dijeron que ibas a venir, dijeron… que por eso iba a pagar… no se pueden ir, no las pueden borrar. siempre vuelven, siempre están…
Sara apoyó la palma de la mano sobre la chica, al instante comenzó a arderle, pero no se detuvo.
—Emilia soy Sara, no dejes que te consuman.
Emilia se sobresaltó, sus ojos se voltearon y ahora completamente blancos se dirigieron a Sara, que no desvió su mirada desafiante. Sabía que ahora no era Emilia la que iba a hablar.
—Años… durante años traté de deshacerme de ellas jovencita, y no pude y nadie va a poder… siempre vuelven, siempre están…
—¡Emilia! ¡Volvé ahora!
Sara cayó de espaldas, Emilia después de un grito ahogado recupero sus pupilas y comenzó a llorar desesperada viendo a Sara.
—Me hablan, no se de donde pero las escucho Sara, ayúdame por favor no puedo dejar de oírlas…
Sara se levantó y se giró en dirección hacia donde Emilia mantenía antes su mirada fija.
—Yo también. Yo también las escucho…
En el centro de la sala, tres máscaras, color ocre, desgastadas, roídas y con una expresión de enojo la observaban.

La joven le saco de entre sus brazos el libro a Emilia y lo arrojo con fuerza hacia las máscaras, que cayeron con un sonido que retumbo en toda la mansión. Saco del bolso su iniciador, y su vela. Lo encendió rápidamente. Una tercera voz, casi inentendible por su distorsión grito.
—¡NO!
—¡Sara! —resonó la voz metálica y grave.
—¡Deténganla! – dijo la más fina y altanera.
Pero las tres sombras se iluminaron con el iniciador de Sara que cayó en el centro de las máscaras, ardiendo inmediatamente. Tomo a Emilia con fuerza y juntas se lanzaron a la entrada, detrás de ellas, un humo verdoso salió de entre las llamas, perdiéndose en la noche.
Cuando Sara despertó, los bomberos ya habían apagado el fuego, y parte de la casa destruida emergía de entre el humo y las cenizas. Emilia sobre una ambulancia temblaba y miro fijamente a Sara, que al instante se acercó a la joven.
—Ya paso Emilia, ya se fueron…
Después de darle los detalles a los Bomberos y la Policía, que obviamente iban a citarla a declarar al día siguiente, Sara solo les pidió que le llamaran un taxi. Su celular ya se encontraba apagado.
Subió, le dijo su dirección y se recostó en la ventana del auto. Había comenzado a llover otra vez…
—¿Qué paso ahí che? Quilombito más o menos ¿No?
—Si…
Sara dejó de escuchar todo el exterior exactamente igual que en el estudio. Pero esta vez parecía que le iba a estallar la cabeza de dolor. No podía controlarlo, empezó a escuchar alaridos de animales salvajes, cada vez más y más fuertes, un mono, un elefante, un león, gritos… gritos y tambores. Cada vez más y más, retumbaban en su cabeza.
—Ey, amiga se encuentra bien?
De nuevo la lluvia, de nuevo este plano.
—Si se encuentra bien le pregunte, ya llegamos, vive acá usted ¿Verdad?
—Si, gracias chofer no se preocupe…
Sara bajo, entro a su casa recuperándose lentamente. Se sirvió un vaso de agua y camino al estudio de su Marido.
-¡Esteban! ¡Esteban llegué! ¿Dónde estás? ¿Amor?
El estudio estaba vacío, la paleta tirada y Sara casi tropieza con las pinturas desparramadas en el suelo.
Levanto la mirada, solo para quedar en shock y dejar caer el vaso. En el centro del estudio, en un gran lienzo amarillento, tres máscaras pintadas la observaban ahora sonriendo. Sobre ellas un mensaje también pintado.

NO NOS PUEDEN BORRAR. SIEMPRE VOLVEMOS. SIEMPRE ESTAMOS

Sara es una chica como cualquier otra, es la tercera de cuatro hermanos, vive en un departamento modesto en el centro, estudia, trabaja y está de novia con el hombre de sus sueños, además de todo eso, Sara es Médium. Desde sus seis años, ve y siente el mundo de manera diferente.
Esta es una noche normal en su vida e inicia con el llamado desesperado de una joven llamada Emilia y una carrera a contra reloj con algo desconocido para todos. Excepto para Sara.
¿Qué hay detrás de ese pedido de auxilio? ¿Qué o quien es el causante del sufrimiento de Emilia? Y ¿Cómo hará la médium para lidiar con algo más allá de este plano que amenaza con destruir todo a su paso?
¿Serán las consecuencias más graves aún de lo que Sara imagina?



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