
La noche era más oscura y silenciosa que de costumbre, Lucius había perdido ya la noción del tiempo. Sentía que había estado en aquel corral durante horas.
Cansado y sin fuerzas para seguir moviendo la tierra, se recostó sobre el pozo parcialmente cubierto, miro el cielo y las estrellas sobre él, algo andaba mal.
Miro a los toros, aun salvajes y eufóricos, golpeaban contra las maderas del establo queriendo salir. El ruido era cada vez más intenso, los bramidos se escuchaban por todo el campo, exhausto Lucius trato, aunque sea por un instante, no pensar, y solo descansar.
– ¿Aún no has terminado Lucius? ¿Es que acaso quieres que en la mañana esos salvajes regresen y nos maten a todos? ¡Te dije que te apresuraras en ocultar ese maldito pozo!
Lucius dio un salto. –¿Crees que es fácil Livia? ¿Por qué no vienes y lo haces tú?
-¡Porque nuestra madre te lo ordeno a ti! Y lo único que te veo hacer cuando vengo es estar acostado como si hubieras sido tú el que cayó en ese agujero.
Pareció como si Lucius, con esa última frase de Livia, hubiese recordado algo que ya se le había esfumado de la mente, entre tanto cansancio.
-¿Despertó? ¿Sabes si ya está despierto?
-Ese monstruo sigue durmiendo como una bestia, no me extrañaría que ya hubiese muerto
-¿Cómo puedes decirle monstruo? Eres una idiota si crees que es un monstruo Livia.
-Monstruo o fenómeno es lo mismo, como quieras llamarle, prefiero que muera de una vez antes de que ocasione que nos maten a nosotros.
-¿Entonces sigue inconsciente? ¿No despertó?
-Estaba haciendo unos ruidos extraños, pero aún no. Está en tu litera, si es que quieres ir a comprobarlo tú mismo…
Lucius le dio la pala con rapidez a Livia, que con gran indignación maldijo y protesto tras la partida de su hermano. Mientras veía el enorme cráter en medio del campo.
-Ese cretino va a hacer que nos maten a todos…
Lucius entro a su domus, que ya estaba sumida en la oscuridad plena, iluminada por una fría luz de luna.
Su madre, Fabia, lavaba los trastes cuando al escucharlo entrar se sobresaltó.
-¡Me asustaste Lucius!, ¿terminaste ya con ese pozo?
-Casi he terminado, está oscuro, nadie verá nada madre te lo prometo.
-Sabes muy bien que de eso depende nuestro futuro Lucius si alguien llega a descubrir que eso cayo aquí…
-¿Sigue vivo?
-increíblemente si, pero ten mucho cuidado si piensas…
Lucius se dirigió a su precaria habitación, al entrar ahí estaba, sobre su litera cubierto de tierra y sangre seca. Aún tenía varias flechas en su cuerpo, sus pies terriblemente heridos, así como sus brazos y piernas, parecía que ese hombre había luchado con 100 leones a la vez.
Era alto, fuerte, con risos de un dorado apagado, entre tanta tierra y suciedad, llevaba una túnica gris y unas sandalias destrozadas.
Lucius sintió la respiración más lenta, sus pies le pesaron, y una presión inusual caía en su pecho al encontrarse en el mismo sitio que aquel extraño que, para su sorpresa, comenzó lentamente a abrir sus ojos, entumecido, como si 30 toros lo hubieran embestido a la vez. Balbuceo dos palabras inexistentes y volvió a desvanecerse.
Lucius se sentó en el suelo al lado de su litera, observándolo.
-Hola.. Mi nombre es Lucius, yo te encontré… bueno, más bien al pozo de donde saliste. Esta tarde estaba tratando de contener a los Toros cuando de pronto escuche un gran estruendo y estabas tú.
Un pequeño quejido salió del misterioso ser, a Lucius le dio la impresión de que aún dormido podía escucharlo.
Los bárbaros de la tribu del Este llegaron un tiempo después de que te trajimos aquí. Dijeron que estaban buscando a un hombre con alas…
Lucius miro la espalda del hombre que al parecer era igual que cualquier otra.
-Dijeron que si estábamos escondiendo al hombre con alas volverían al amanecer, nos matarían a todos y quemarían nuestras tierras… pero… tú no tienes alas. Y aunque Livia diga que eres un fenómeno, a mí no me parece así.
Una de las flechas extrañamente se desprendió de uno de los brazos del misterioso hombre. Por apenas una milésima de segundo a Lucius le pareció ver como si una de sus heridas se cerrara. El joven se dio cuenta de que estaba demasiado cansado, tanto como para empezar a alucinar.
-Seguramente en la mañana ya estés muerto como quiere Livia, y yo también lo estaré si no duermo un poco… -Lucius cerro los ojos y todo se apagó por un momento.
Cuando despertó la luna había sido remplazada por el naciente sol de la mañana, que entraba por una de las grandes ventanas que daba hacia el establo, pero esta estaba tapada por lo que parecía una gran montaña dorada, que no era ni más ni menos que el que hacía unas horas estaba a punto de morir en la cama de Lucius.
Todas sus heridas estaban ahora sanadas por completo, su túnica era del blanco más intenso que Lucius jamás había visto, y el cabello dorado brillaba con la intensidad de miles de velas encendidas a la vez.
-Despertaste…
Los ojos de un azul intenso se clavaron en el joven que con una mezcla de miedo y confrontación se acercó.
-Hola joven Lucius, un placer conocerte, mi nombre es Nuntius.
– Eres… ¿Eres tú…?
El extraño le sonrió. -¿A qué te refieres, joven amigo?
-Tu eres el hombre con alas…
Lucius volvió a mirar la espalda de aquel desconocido, pero no había rastro de alas.
-¿Hombre con alas?… con que así me dicen ahora…
-¿Cómo es que estás vivo? Mi madre te quito más de 40 flechas, tus pies sangraban como nunca había visto, pero tus heridas ya cicatrizaron y estás despierto luego de esa caída.
-¿Caída?
-Eso suponíamos, que caíste del cielo, los barbaros, siempre están buscando al hombre con alas, y estaban buscándolo cuando…
La puerta retumbó tan fuerte que casi se quiebra.
Lavia y Fabia estaban escondidas debajo de la mesa, el pánico en sus ojos confirmo lo que Lucius pensaba.
-¡Son ellos Nuntius! Son…
La puerta cayó con un estruendo, equiparable a la de los Toros, que aún estaban despavoridos golpeando las maderas en un caos abismal.
Por lo menos diez bárbaros se encontraban en el campo afuera de la casa, al ver a Nuntius salir de ella alzaron sus lanzas y apuntaron sus arcos directo a su cara.
-¡ES ÉL! ESTOS MALDITOS LO ESTABAN ESCONDIENDO.
Por primera vez Lucius pudo observar como la gran y serena sonrisa de Nuntius cambiaba por una mirada seria y penetrante, que extrañamente mantenía una sensación de seguridad y calma.
Nuntius se giró hacia Lucius.
-¿Joven amigo, puedo hacerte una pregunta?
-¡QUIETO! – Exclamaron los bárbaros -¡Muévete tan solo un segundo y tendrás 100 flechas en toda tu asquerosa cara!
Nuntius continuo con una voz mas suave aun
-Joven Lucius, ¿había algo más junto a mí cuando caí no es así? Has guardado mi caduceo aquí, ¿no es verdad?
Al instante en que Lucius se giró hacia atrás para ver el extraño bastón que había guardado, se dio cuenta de que el objeto había desaparecido fugazmente, al mismo tiempo que se hoyo:
-¡FUEGO!
Pero el grito de su madre y su hermana fue lo único que se escuchó, y en esa fracción de segundo Nuntius tenía levantado el extraño báculo color blanco apuntando directamente a los bárbaros. Que quedaron petrificados como estatuas.
El misterioso ser volvió a moverlo, y como si se tratara de una correa que amarraba a sus enemigos, todos a la vez y con una gran expresión de dolor se dirigieron a sus caballos.
Se montaron sin emitir un solo sonido, y con otro movimiento del cetro todos los caballos levantaron la mirada, y comenzaron a correr lo más rápido posible hacia el horizonte, perdiéndose rápidamente.
Lucius no podía creerlo, Nuntius se giró y observo a Livia y a Fabia que lo miraban incrédulas, hizo un pequeño gesto de despedida y salió hacia el establo.
Detrás de él Lucius comenzó a correr para alcanzarlo. Nuntius miro al joven con su característica sonrisa.
-Muchas gracias por tu ayuda joven Lucius…
-Tu… tu eres…
-Vienen tiempos difíciles, es por eso que estoy aquí, tengo que darle el mensaje a Luma, cuídate Lucius, esto te ayudara con ello.
Nuntius salto a una altura sobrehumana, el triple que cualquier otro humano normal, y lanzo el cetro a Lucius, que lo atrapo, viendo como su extraño amigo no había caído, sino que se mantenía flotando en el aire.
-¡Cuida mucho mi Caduceo!, fue un regalo de Febo, ¡pronto volveré a buscarlo!
De los pies de Nuntius nacieron dos pequeñas y relucientes alas, que lo elevaron aún más perdiéndose en los cielos.
-Lucius saludo lo más que pudo a su amigo agitando el cetro, solo para darse cuenta de que detrás de él, todos los toros se habían callado. Parado en dos patas y copiado el mismo movimiento exacto de aquel objeto de Lucius.
El joven los observo por una fracción de segundo, y solo luego de salir de ese gran impacto volvió a mirar el cielo con una sonrisa.
-Gracias… dios Mercurio…

Una noche más, oscura y silenciosa, es interrumpida por una figura misteriosa caída del cielo con un destino incierto y desconocido.
Lucius, un joven granjero, lo encuentra junto con su familia, pero con la reciente amenaza de estar encubriendo al famoso «hombre con alas», descubrirá que este no es un hecho aislado, sino que es el punto de partida para entrar a algo mucho más grande, a un mundo… de dioses.
Un mundo donde la realidad y la leyenda se entrelazan, y donde el destino de Lucius y su familia está a punto de cambiar para siempre..



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