
El gran Trajano, emperador de Roma, había iniciado su vida como un provinciano de la antigua ciudad de Ítaca.
Su niñez había transcurrido como la de muchos niños de aquella desequilibrada época, siempre fanatizado con lo militar y el armamento. Trajano era un niño que destacaba entre los demás, sus padres Marco y Aurelia, lo llevaban al fuerte de entrenamiento de aquella ciudad. Y fue justamente en uno de esos viajes en la playa de Eleni´s que Trajano sin saberlo forjaría su destino para siempre.

Luego de uno de esos entrenamientos, al salir del fuerte, Trajano se encontró con una presencia peculiar, un anciano muy decrépito, con aspecto de cansado, que pedía unas monedas.
Nunca en sus cinco años acudiendo a aquel lugar lo había visto, y con una muestra de pura compasión y desinterés, Trajano le entrego al viejo sus últimos dos denarios. Al ver dicho gesto, el anciano sonrió… y miro fijamente a aquel niño…
-Así que no me equivocaba contigo… —Dijo el viejo, mirándolo con unos ojos penetrantes color gris intenso.
-¿Disculpe? – dijo Trajano desconcertado —¿Quién es usted?
-Solo un anciano sin más, puedes llamarme, digamos… ¡Luma! Y por tu gesto tan compasivo, voy a darte un obsequio mi joven amigo, ¿Qué es lo que más deseas en el mundo?
-Ser el mejor guerrero – Se apuró a responder sin dudarlo Trajano.
-Bien —dijo aquella lúgubre figura— eso lo conseguirás por tus propios medios, pero te daré algo que te ayudara en dicha meta.
El anciano saco, prácticamente de la nada, unos zapatos de batalla, dorados, con símbolos rojo fuego, visiblemente más grandes que la talla de trajano.
-Disculpe, señor Luma, pero eso es muy grande para mí…
-¡Póntelos! – le dijo el anciano con un grito imperativo.
Al colocárselos, los zapatos se ajustaron mágicamente a la talla de Trajano, qué impactado, volteo a agradecer a Luma lo que le había concedido, pero se encontraba completamente solo, había desaparecido.

Trajano jamás volvió a ver a Luma, y mantuvo ese secreto por toda su vida. Los zapatos no solo le concedieron la victoria en cada una de sus batallas, sino que le otorgaban fuerza, velocidad, resistencia y habilidades que solo un semi–dios podía concebir.
Nadie absolutamente nadie en su imperio conocía las capacidades de los zapatos de Trajano.
Pero su uso constante en cada una de sus batallas genero un mito acerca de sus cualidades.
Al morir el emperador, todas sus pertenencias quedaron heredadas a su hijo adoptivo y nuevo líder de Roma, Adriano, que no hizo caso a la ultima voluntad del anterior y contrario a dejar dichos zapatos en su tumba como este quiso, se saco esa duda de años acerca de que cualidades tenía aquella reliquia.
Se los probo, y no sintió nada en particular, al tener la misma talla de su difunto padre, Adriano no pudo asombrarse, como aquel en aquella playa, por las cualidades de adaptabilidad de la prenda. Tampoco se dio cuenta de su gran fuerza o rapidez, ya que desde chico había sido un líder muy delegador, que no peleaba sus batallas, sino que las comandaba desde las sombras.
Enojado por no encontrar reales las míticas leyendas de su padre, Adriano ordeno a Lucio, líder de su tropa auxiliar, que se deshiciera de esos malditos zapatos.
Contrario a esto, Lucio se los regalo a un pequeño niño que siempre acudía a la tropa en busca de sobras para su familia, Augusto.
Gracias a dicho regalo, termino siendo uno de los mejores guerreros de la antigua roma, y nuevo emperador la misma.
Aprovecho las habilidades de los zapatos a su máxima capacidad y en el ocaso de su vida, una figura peculiar lo visito a los pies de su cama, un anciano decrépito, con aspecto de cansado.
Augusto atónito miro al anciano , que de espaldas a su cama observaba por el gran ventanal a la ciudad.

El emperador se levantó de un salto – ¿Te gusta? – le pregunto siguiendo su mirada – ¡el templo de Marte ultor! , lo mandé a construir en tu honor.
El anciano giro su cabeza sonriendo, mostrando sus grandes ojos grises -Así que te diste cuenta… -Dijo sin perder la sonrisa.
-¡Lo sabía! ¡Así que era real la leyenda! – Dijo Augusto que claramente había pasado su vida fanatizado con dicho ser – ¡El mito de Marte convirtiéndose en un anciano, era real!
-Ya eres un viejo tu también Augusto— Dijo marte observándolo.
-¡Era real el mito! Te encontrabas obsequiando objetos que otorguen cualidades a los pobres y necesitados! ¿Dime una cosa, acaso eras tú aquel que tomo la forma de Lucio aquella vez que los obtuve?
-¡Te equivocas! – Dijo Marte – No a los pobres, ni a los necesitados, a los guerreros!
Augusto bajo la mirada, qué Marte se apresuró a levantar con su decrépita mano. Esta vez sus ojos dejaban ver un rojo intenso.
-¡A los merecedores realmente del éxito! ¿Es que no lo ves? A los que, como tú, merecían ser emperadores. Tu tiempo terminó Augusto, ¡pero no cometas el mismo error de Trajano! Es por eso que estoy aquí.
No te lleves mi regalo a la tumba, porque como tú, el próximo heredero de mi tesoro será, el que pisara las cabezas de nuestros enemigos. —Dijo aún más sonriente – Con ellos, sí, con los zapatos de Marte. Dios de la Guerra…
-¡Mira, padre! – Un pequeño niño entro a la habitación.
Augusto se sobresaltó – Tiberio… ¿Qué haces aquí?

-¿Con quién hablabas padre?
-¿Que haces aquí Tiberio!? —volvió a preguntar aún en shock el enfermo Augusto.
El niño dudó antes de responder, noto a su padre más alterado de lo normal, después de un momento respondió cabizbajo —Venía a mostrarte, tus ropajes de batalla, ¡Ya casi me quedan! —dijo finalmente Tiberio con una túnica carmesí tres veces más grande y unos zapatos dorados con símbolos rojo fuego, de dos veces su talla.
Augusto estaba perplejo
-¿Quieres que me los quite, padre? —Exclamo tiberio con tristeza.
Augusto sonrió viendo como los zapatos se ajustaban mágicamente a la talla de Tiberio, giro su cabeza hacia la ventana y finalmente respondió —No… Quédatelos Tiberio, te quedan a la perfección…

El disparador del día por el cual escribí este relato era realizar una historia en un tiempo límite de veinte minutos en donde los protagonistas fueran unos zapatos, los mismos tenían que pasar por al menos tres personajes, y debía darle una cualidad a los mismos.
Contrario a lo que muchos podrán llegar a suponer, estas consignas más que limitantes son un disparador para mi imaginación y generan un sinfín de ideas en mi cabeza. En este puntal quise explorar, justamente con esta base, un relato con aires de mitología.
La época de la antigua Roma es algo que me encanta, y gracias a este disparador nació la historia de Los Zapatos de Marte, la cual a pesar de ser puramente ficción, tiene algunos detalles de esas leyendas reales que me inspiraron, y las cuales quise replicar en él, tanto en estilo como en desarrollo de historia.



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